martes, 16 de noviembre de 2010

Después de mucho tiempo...

Primero que nada debo decir que me gustaría estar por jetearme pero no tengo sueño. Tengo algunas cosas que hubiera estado chido que hiciera este fin de semana pero no hice. En segundo lugar la única historia que se me ocurre contar en este momento es la historia del sábado. Pienso que esta historia le debería haber pasado a mi camarada el coco pero me pasó a mí. Todo pasó porque se me ocurrió llegar al téibol. Katherine tenía mucho frío. Su bebida estaba fría y bueno eso le daba más frío. A mi me convenía, debo confesarlo, porque se me pegaba más. Antes de llegar al punto que quiero contar diré que llegaron los soldados y nos revisaron. Se tardaron unos quince minutos. Quizá veinte. El mesero que me estaba atendiendo se fue a sentar a los sillones donde yo estaba. Nada más me dijo "el que nada debe... En estos casos hay que estar tranquilos." Enfrente de mí pusieron a dos tipos que estaban más atrás que yo. Los revisaron con mucho cuidado. Los mamones del lugar no prendieron las luces así que los soldados tenían que prender lámparas. No sé qué les vieron de particular a esos cuates porque se tardaron un rato con ellos. Fueron y vinieron varios por donde estaba (yo) y de repente uno pregunta "¿y a él ya lo revisaron? No vi bien pero a los otros no los dejaron que ellos sacaran sus cosas de la bolsa. Insisto no vi bien. Sólo vi que un soldado sacó algo que bien pudo haber sido la misma lámpara apagada. El mesero decía "les digo que no hay nada aquí". No se les podía ver la cara por el pasamontañas pero tuve la sensación de que esperaban encontrar algo... posiblemente esa sensación fue pura paranoia.

Se fueron y siguió todo con normalidad. Ya estaba por irme cuando llegó una que se presentó como Samanta. Casi lo primero que me dijo fue si había ido a un téibol de vatos, de strippers pues. No espero respuesta de mi parte pero me lanzó otra: ¿cómo te imaginas esos lugares? No supe qué decir francamente. Al insistir sólo se me ocurrió contestarle que me imaginaba que los tipos estaban mamados y ella se soltó una carcajada que todavía la sigo oyendo. Según ella no era así. Que en esos lugares había de todo gordos, flacos, sin nalgas y otros que no sabían bailar. Para no hacer la historia larga no sé cómo estuvo que me comprometieron a ir con ellas. Y fui...

Ya en el lugar estuvo de lo más divertido. Me dediqué a observar a la gente que va más que a los bailarines. Me di cuenta que no podía pasar desapercibido porque una de ellas comenzó grite y grite. Lo mejor fue cuando gritó "queremos ver vergas". Chale. Y yo que sentía bien chido cuando un señor en el embudo sin venir al caso se levantaba de su silla gritando "arriba las panochas". Ahora me tocó al revés... chale jaja. Antes de que se pusiera a gritar un chavo llegó y se puso a cotorrear con Katherine. Me imaginé que nada más faltaba que quisieran invitarle una copa.

Para Samanta ninguno estaba bueno o estaban gordos o muy flacos. Los que estaban dos tres no tenían nalga. Total no le gustaba nada.

Nos tomamos dos cheves y nos salimos.

Esa fue la grandiosa historia del sábado.

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