Mi abuelita solía contar muy divertidas sus historias y sus viajes. Lo que siempre me llamó la atención es que nunca se perdían, nunca se equivocaban y me quedaba la sensación de que no nos contaba la historia completa. A lo mejor y era cierto. Todo les salía perfecto y yo andaba nada más andaba de mal pensado. El caso es que crecí con la idea de que si yo contaba algo también iba a contar que me vieron la cara de pendejo, que me perdí, que ya no sabía lo que quería o que simplemente la había cagado.
Por eso en este lugar cuento que me asaltaron, que sentía que tenía todo para que me fuera bien pero que no quedé conforme en como hice las cosas, etc. Pienso que por establecer una diferencia me pongo demasiado exigente conmigo mismo a veces (¿o siempre?). Todo esto lo cuento porque el sábado no me fue tan chido... jaja.
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