jueves, 7 de abril de 2011

Hallándome en Tangamanga II

Hallándome en Tangamanga es una frase que se le atribuye a Guillermo Prieto en la novela La lejanía del tesoro de Paco Ignacio Taibo II y hace rato comenté que así sin venir al caso vino a mi mente la frase. Tal vez sea que al hallarme, o haberme encontrado, en Tangamanga me recuerde muchos momentos chidos (y amargos) y que sea momento también de reconocer después de todo que fui feliz ahí. Estuve aburridón pero contento.

Después de comer, viendo hacia el HEB (la tienda estaba abajo) y mientras observaba a una señora gorda empujar un carrito recordé: ¡¡el café!! ¡¡Todo el pedo era por el café!! Y sí, todo el pedo era por el café. Era por eso porque me imaginaba viniendo al café donde se encuentra el mesero cantante (hoy no ha cantado lo cual es súper chingón) y en esa imagen mental me hacía falta la barra del vips. Recordé con nostalgia la barra y la columna sobre la que me recargaba. Hoy me imaginaba así, sin hacer nada, viendo a la nada o al cuadro que me quedaba enfrente o simplemente viendo, sin ver, hacia la calle de Luis Elizondo... Atrás, o de fondo, el ruido, las carcajadas de alguien festejando el chiste o pendejada de otro alguien. Me molestaría, seguro, pero intentaría aguantar o eso quiero pensar. Hoy me imaginaba recargándome sobre la columna con la intención de esconderme (sin lograrlo claro; ¿será por eso que escogí la mesa del rincón?). Hoy no me molestaría, quiero pensar, que no se acercara Elsa (por la hora digo) sin preguntarme si quiero más café... Lo que no está chido es que aunque siguiera abierto aquel vips me quedaría lejos y tendría que conformarme de todos modos con el café del mesero cantante.

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