lunes, 16 de enero de 2012

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Empeoré. Me vi en la penosa necesidad el viernes de ir a consultar. No deja de parecerme irónico que me sugieran que no hable mucho. Que debo cuidar la garganta, me dijo el doctor. Eso se lo conté a mi no novia de todos los días y dio por sentado que no iba a hablar. Fue raro. Me sentí raro. Se la pasó riéndose y platicando con un cuate. Lo curioso es que tenía varias cosas que contarle -o que quería contar-.

Me sigue diciendo que nunca me ha visto borracho. ¿Para qué me querrá ver así? No sé pero me acordé de un chiste muy malo (el cual no le conté) de un niño que le dice a su papá: papá papá quiero verterremoto (la película) y el señor contesta: confórmate con verme repedo...

Lo malo del asunto, no sé porqué, es que desde el momento en que apareció la imagen en mi mente de algún lugar frente al mar de Mazatlán (¿por qué Mazatlán?) sentí que ya había valido madre todo. Ya había valido madre todo porque sabía que no le iba a contar la historia chafa, pero con la que me divertí mucho el jueves en mi clase de la tarde-noche, de la carga negativa que le gritaba desesperada a la positiva que no se fuera que ella lo quería, que lo amaba; entonces se le ocurría algo insólito y lo gritaba: no ta vayas... ¡va a haber tamales! Esto último les provocó risa a varios (¿a todos?) en la clase. (el problema era de tres cargas: dos positivas y una negativa. La fuerza sobre la que nos pedían que obtuviéramos su magnitud y dirección resultó ser repulsiva de ahí que la negativa le gritara con desesperación... y sí es muy tonto pero se me ocurrió contarlo así.

Después de todo creo que me hubiera sentido igual (quizá mejor) pisteando solo frente al mar y eso me agüitó.

En fin

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