viernes, 20 de mayo de 2011

El fin

Me voy enterando que hay quienes dicen que mañana es el fin del mundo. ¿El fin de lo que llamamos mundo? Pero eso no es lo que más me importa, no. Quizá sea un poco egoísta. A mi lo que me interesa es saber a qué hora sucederá eso. ¿Será temprano o muy tarde? ¿Para qué quiero saber? ¡Pues para darle la bienvenida al fin con unas cheves! A la muerte le invitaría un caguamón. Ándale, el último caguamón y nos vamos- le diría. ¿Querrá? Bueno si nos cargará la chingada que al menos nos den la oportunidad de la última voluntad, ¿no? Yo no me voy si no me tomo unas caguamas con la muerte. O mejor un barril para cada uno y un cabrito en salsa como botana (¡¿botana?!).

O con quien sea que venga.

A lo mejor el apocalipsis llega con un terremoto o un huracán o la combinación de ambos. Entonces si eso pasa prometo que me encontrará con mis envases bien abrazados, la hielera llena con mucho hielo por si se ofrece. Todos dicen que no te llevaras nada pero quién sabe, a lo mejor te dejan partir con un six de tecates (o de caguamas) para el camino... ¿será un camino muy largo? Me imagine caminando detrás de una fila muy larga de personas y de repente, suena el ruido característico cuando abres una lata de cerveza... inevitablemente voltearían a ver al cabrón que tuvo la ocurrencia de llevarse unas camineras. Preferiría que fueran caguamas pero unos botes no estarían mal. ¿Me fastidiarían por eso? Mi condena sería tener la cheve ahí, verla bien helada, en su punto pero no poderla abrir. Pero, ¿y sí nadie da instrucciones para saber qué hacer en los apocalipsis porque me condenarían por abrir una cheve del otro lado? Llevaría mi caso a la suprema corte, de verdad. Condenado por una cheve. Esas serían mamadas.

Dios no podría permitir semejante arbitrariedad, ¿o sí?

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