Supongo que durante la mañana recibí señales de que no debía tomar café. Lo primero que me pasó fue que lo derramé en el salón. Me automenté la madre porque para eso está la regla: no bebidas ni alimentos dentro del salón de clase. Con resignación sequé una mesa y pedí un trapeador prestado. No fue chido.
Al salir de clase volví por café. Esta vez me serví menos que la primera. Entré al baño y lo dejé afuera para luego irme corriendo (hasta donde el vaso semilleno de café me lo permitiera) a la siguiente. Lo curioso es que al salir el vasito ya no estaba... Imaginé que la persona de la limpieza debió de haber pensado (o preguntado) en tono molesto: "Ash, por qué si hay botes me dejan los vasos aquí? ¿Por qué si no van a terminarse el café se sirven?"
El caso es que las señales que recibí durante la mañana es que estoy bien pendejo...
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